lunes, 7 de mayo de 2012

INTOLERANCIA Y REPRESIÓN CULTURAL



   Desde la invención de la imprenta, los poderes públicos asumieron el control sobre ediciones al ver el medio de difusión de ideologías que suponía tan prodigioso invento. La censura estatal se convirtió en una actividad sistemática de control, en la cual influyó mucho la reforma y la contrarreforma.



Censura eclesiástica



   Tras las primeras ideas heréticas llegadas de Alemania en los primeros años del siglo XVI, Alejandro VI fue el pontífice que ordenó medidas para el control sobre libros y escritos si eran considerados heterodoxos en su contenido. Cuando Lutero era sobradamente conocido, se realizaron los primeros Índices: catálogos de libros prohibidos. Pablo IV ratificaría este edicto para todos los países católicos, siendo revisado periódicamente. 



C    Censura en los países católicos
   Considerada como asunto de estado, destaca el ejemplo de España, donde la Inquisición era el instrumento para la colaboración entre Monarquía e Iglesia en cuanto al control ideológico sobre cualquier producción bibliográfica. A partir de 1502, se hicieron necesarias unas licencias previas de la autoridad civil (Audiencias de Valladolid y Granada), y posteriormente de la misma Inquisición o del Consejo de Castilla entre 1520-50. El Consejo de Aragón también podía actuar al respecto a partir de 1558, mientras que los edictos prohibitivos quedaron para el Santo Oficio. En época de Carlos V, hubo un férreo control sobre las librerías y las bibliotecas (ya fueran particulares o públicas), que no podían incumplir los edictos prohibitivos.
   Los infractores no sólo eran los autores y lectores de los libros considerados heréticos, sino también sus poseedores, que debían destruirlos y/o entregarlos a las autoridades inquisitoriales. Diferentes penas eran las destinadas a los que incumplían estas leyes censoras: confiscación de libros, abjuración, oraciones, ayunos, peregrinaciones, excomunión, muerte. Esto pervivió hasta bien entrado el s. XVIII, cuando aún era dificultosa la edición de un libro. A veces se necesitaban permisos especiales para leer ciertos libros, pero no sin un informe previo del confesor o el párroco. Ya con Carlos III se quitaron atribuciones censorias a los Índices inquisitoriales, estableciendo que los libros prohibidos debían antes pasar por el Consejo de Castilla.
   El proceso inquisitorial comenzaba con una denuncia al Tribunal o cuando un inquisidor encontraba un libro herético. Los calificadores, versados en teología, estudiaban el libro para emitir el dictamen, y los inquisidores lo publicaban en edictos o índices. No sólo las obras religiosas sufrieron censura: también la literatura de ficción y numerosas obras de teatro. Pondremos algunos ejemplos: en 1531, se prohibía introducir en América libros de romances o historias fabulosas y profanas (tipo Amadís); en la Península fue prohibido el Lazarillo hasta 1573, con la omisión de dos capítulos. Posteriormente, le tocó el turno a la Celestina, y también a algunas comedias de Quevedo y Lope. Este último caso me parece curioso, pues en 1614 nuestro ilustre Lope de Vega decidió ser ordenado sacerdote.
   En Francia, la Monarquía asumió desde el s. XVI el control de las ediciones a través de la Cancillería, con un cuerpo de inspectores y censores reales. Tras el edicto de Nantes (1598) parecía haberse instalado la tolerancia religiosa, pero en el siglo XVII hubo una política restrictiva (acuciada por gran parte de la sociedad francesa y la Iglesia nacional) culminada en 1685 con el edicto de Fontainebleau, que revocaba al anterior, recrudeciéndose así la censura. Es más, en 1757, se impuso la pena de muerte para los que atentaran contra el Estado y la Iglesia.


Censura en los países protestantes
   No se libraron estas naciones que adoptaron la reforma evangélica de la censura religiosa e intelectual. Lutero, Zwinglio y Calvino, que necesitaban libertad religiosa para divulgar sus postulados reformistas, se opusieron a esa libertad con un sectarismo cercano al fanatismo. Lutero planteó la más dura represión contra los anabaptistas; Zwinglio limitó las prácticas católicas hasta suprimir la Misa (1525) al tiempo que declaraba como única la religión reformada. En Alemania, hubo un sinfín de imprentas y ediciones desde los primeros años del Quinientos, por lo que las autoridades siempre quisieron controlarlas, a pesar de la Paz de Augsburgo, rota en la Guerra de los Treinta Años, en la cual volvieron a enfrentarse católicos y protestantes.
   En los países escandinavos, el luteranismo supuso la prohibición del culto católico: Dinamarca así lo estableció en 1536, mientras que Suecia hizo lo propio, tras la aprobación de la Dieta, en 1544. En Inglaterra, las persecuciones cayeron sobre católicos y puritanos. Enrique VIII publicó la primera relación de libros prohibidos; hacia 1535, multitud de obras y bibliotecas habían sido destruidas en el país, y en 1543 se impusieron una serie de condiciones concretas para leer la Biblia. Eduardo VI continuó con la política destructiva, pues el anglicanismo había sido declarada religión única en 1553, quedando las demás prohibidas bajo pena de muerte en la hoguera. Isabel I fue más lejos, censurando cualquier libro que no tuviera licencia de la misma reina o de su Consejo de Obispos, y la enseñanza quedó en manos de la Iglesia anglicana. Los infractores podían ser castigados con la horca, el arrastre o el descuartizamiento. Con la llegada del Protectorado, Oliver Cromwell se mostró a favor de la libertad religiosa, favoreciendo la readmisión de judíos y excarcelación de cuáqueros en 1656. Pero, en la práctica, no llegó a ser una realidad la libertad de conciencia, pues ni los católicos ni los disidentes radicales disfrutaron de ella. En estos países, que hasta el siglo XVIII tuvieron una censura enfocada principalmente a la religión, debido a la aceptación del racionalismo y la evolución del pensamiento político llegó la libertad de prensa, con su máximo exponente en Holanda, cuyas imprentas trabajaron al máximo rendimiento para sacar libros de la Ilustración censurados en sus países de origen. 







Consideraciones finales
    Leer y hablar sobre la represión cultural que tuvo lugar durante la Edad Moderna puede parecernos hoy día algo chocante debido a la fortuna que tenemos de vivir en un Occidente donde se goza de libertad de prensa y de pensamiento. La censura no es patrimonio de la Edad Moderna, ni de la Inquisición, ni del fanatismo calvinista que hemos ido viendo a lo largo de la exposición. La censura sobre la cultura escrita ha existido siempre, con diferentes patrones y mayor o menor permisividad. Esto se debe a algo evidente: los poderosos, conscientes de que su poder provenía de la divinidad, no han permitido jamás cualquier oposición o disidencia que se manifestase en libros, panfletos, escritos, etc. La libertad de prensa y de conciencia es algo muy reciente si echamos la vista atrás a la Historia de la Humanidad. Ha habido que esperar a los postulados de la Ilustración, que fueron puestos en práctica en la Independencia de los Estados Unidos y, pocos años más tarde, en la Revolución Francesa, para que se declarasen una serie de derechos y libertades universales que garantizasen cualquier religión o ideología. Evidentemente, todo esto era teoría, pues para una total libertad de conciencia todavía habrían de pasar muchos años. El ejemplo más claro lo tenemos durante el desarrollo de la Revolución Francesa, cuyas novedades incluían la libertad de prensa y de conciencia; sin embargo, hubo etapas de la Revolución (el Terror, con Robespierre a la cabeza) en que resultaba imposible mantener una disidencia ideológica, a riesgo de terminar en la guillotina. Incluso años después, con Napoleón Bonaparte a la cabeza del Imperio Francés, supuesto exportador de la Revolución, la libertad política en Francia brillaba por su ausencia.
   Con esto quiero decir que, desgraciadamente, han hecho falta demasiados años y demasiados derramamientos de sangre para que los países occidentales alcanzasen la libertad de prensa y de conciencia. Y, aun así, estos países volverían a vivir períodos dramáticos de censura en el siglo XX con la llegada de las dictaduras fascistas, nacionalsocialistas y comunistas a partir de los años 20.
    En relación con la Edad Moderna, podemos plantear una última cuestión. En los países protestantes, como hemos visto, recién instaurada la Reforma se acudió a la censura, cuando al calvinismo y al luteranismo era precisamente la censura eclesiástica lo que les había hecho tropezar continuamente. Parece paradójico que una religión que había sufrido la censura recurriese, una vez alcanzado el triunfo, a esa misma censura pero en sentido contrario. Esto no es más que lo que decíamos al principio: antes de que llegasen los postulados de la Ilustración, los sistemas políticos y religiosos imperantes por lo general han tendido a controlar la disidencia y la oposición para evitar que su poder se tambalee. Por otra parte, los países protestantes alcanzaron antes la libertad de prensa, lo cual parece lógico, pues el catolicismo estuvo demasiado tiempo cerrado e intransigente a cualquier corriente religiosa diferente. El pensamiento protestante tenía, per se, una predisposición a aceptar antes o después la libertad de prensa y de conciencia, al igual que también era favorecedor de una mayor apertura económica (según la tesis de Max Webber), mientras que el catolicismo permanecía anquilosado en sus modelos de pensamiento filosófico, por lo que la censura en esos países parecía destinada a perdurar durante más tiempo. Afortunadamente, esto ha cambiado con el transcurso de los años. Hace pocos días, el 3 de mayo, fue el Día Internacional de la Libertad de Prensa. Hoy nos parece algo normal, cotidiano; pero hemos visto cómo hace trescientos años era algo impensable. Sepamos apreciarlo, pues tan sólo una pequeña parte de los hombres a lo largo de la Historia han podido disfrutar de un sistema sin censura cultural e intelectual.

1 comentario:

  1. GRUPO XII: Muy interesante la entrada sobre la represión cultural, sobre todo pone de manifiesto que esta represión estuvo presente en toda Europa, ya que muchas veces se tiende a identificar la reforma con más libertad, y los países católicos como más intransigentes, pero aquí ha quedado muy bien explicado como la censura y represión alcanzó casi por igualdad a toda Europa.
    Quizás como paralelismo, quizás en nuestros días estemos asistiendo a un intento de censura de internet, y también se puede matizar la reflexión final de este post:

    "Hoy nos parece algo normal, cotidiano; pero hemos visto cómo hace trescientos años era algo impensable. Sepamos apreciarlo, pues tan sólo una pequeña parte de los hombres a lo largo de la Historia han podido disfrutar de un sistema sin censura cultural e intelectual."

    Ya que muchos millones de personas hoy en día, y por desgracia, siguen viviendo la censura como algo cotidiano a sus vidas, ya que no viven en sistemas democráticos.

    Enhorabuena por el blog, ha sido muy interesante.

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